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Channel: Reflexiones de un Aprendiz de Brujo
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Once puntos

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Difícilmente seré capaz de pensar una manera más apropiada de empezar el año que escribiendo. Y una vez más, que no se me malentienda. Probablemente depurar lentamente la resaca hepática, vegetando en el sofá junto a mi mujer e hijos, sería una decisión más entrañable, más inteligente, más acertada, sin lugar a dudas más correcta, y hasta con mejores resultados en cuanto a la calidad de lo que soy capaz de producir en este estado. Sin embargo no hay mejor manera para mí, porque más allá de los discursos, de la larga lista de promesas que todos los años nos hacemos en silencio, murmurando bajito porque sabemos perfectamente que no las cumpliremos, sí que es importante empezar con una declaración de intenciones basada en hechos.

Sin lugar a dudas, un cambio de década como el que acabamos de vivir no es más que una fantasía colectiva, una ilusión convencional, una frontera vacía que, entre todos, fijamos mediante un acuerdo tácito y multitudinario en un punto temporal aleatorio, tan indistinguible de los otros por su intrascendencia real como cualquier otro, pero que por un azar caprichoso ha resultado elegido entre todos los demás momentos para ser especial. El año nuevo es como un ganador de la lotería, como un hombre común al que la suerte transforma en inolvidable por alguna razón sin sentido aparente. Una medianoche de todos los días que de pronto se transforma en única.

Y sin embargo, es imposible no dotarlo de significado. Aprovechamos para purgarnos levemente, para sacudirnos la crisis de la piel, para renovar los acuerdos diminutos sobre los que formalizamos nuestras familias y nuestros amores, para refrendar las amistades, a golpe de vista y tacto, para fijarnos nuevamente objetivos que incumplir, para identificar las pérdidas del último giro, e incorporarlas sin ceremonias al estado de cuentas vigente.

Por eso digo que no hay mejor manera de empezar que escribiendo. Para mí, el año que entra será un año de escribir, de ponerle puntos y rayas a otro montón de palabras, de continuar fabricando, letra a letra, con las yemas de mis dedos, palabras para regalar.

Uno

Mi familia, sin lugar a dudas.

Otro año repleto del amor de mi mujer y mis hijos no es un año que se va, sino una montaña de horas capitalizadas, una colección irrepetible de roces piel a piel, de besos de verdad, de ojitos con ilusión, de risas hechas de pop-rocks1 y cosquillas en la panza.

Dos

Privilegio.

La conciencia brutal de una crisis que se nos escurre entre los dedos, y a pesar de eso tener la suerte de trabajar, de que no nos falte nada, de disponer aún de tiempo para cosas diferentes que pensar en la supervivencia.

Tres

Publicar.

El año en el que publiqué mis primeros dos libros. Los méritos son, cuando menos, sospechosos, al ser yo y nadie más que yo quien decide qué se publica y qué no. En una época el valor de los editores era precisamente ese, decidir qué era bueno y qué no lo era. Hoy tiene más que ver con ser capaz de decidir qué venderá y qué no, y financiar la operación de distribución y promoción. Y sin embargo, ustedes, los lectores, me acompañaron de cerca, compraron los libros más de lo que pensé que iban a hacerlo. Firmé más libros de los que había soñado al decidir publicarlos. Solamente puedo decir gracias.

Cuatro

La amistad.

Una vez más, a pesar de las distancias, del dinero, de las responsabilidades y de la puta mala suerte que nos llevó a vivir cada uno en un rincón diferente del orbe, mis amigos del alma y yo fuimos capaces de fabricar un encuentro, de regalarnos cinco días de intimidad para compartir, de inventar un encuentro, un abrazo a tres bandas, un vaso de licor bajo un cielo tropical.

Cinco

Ustedes.

Reflexiones de un Aprendiz de Brujo no paró de crecer. Mes a mes, pude ver cómo yo escribía menos y tenía más visitas, cómo mis palabras calaban, llegaban a algunas personas, se compartían, se enviaban por mail, y me devolvían risas, lágrimas y palabras de aliento.

Seis

Matalobos.

Indiscutiblemente, la experiencia de la publicación de Matalobos por entregas, y su posterior publicación, fueron artífices de una de las grandes cosas buenas del 2010. Pude sentir un proyecto crecer y culminar. Pude cerrarlo bien, como quise, entero y mío. Pude regalarlo un poco y venderlo otro poco. Impagable.

Siete

Reflexiones de un Aprendiz de Brujo.

Me sentí este año más cómodo que nunca escribiendo artículos. De algunos me llegó de vuelta mucho más de lo que esperaba. De otros esperaba más, y volvió menos, pero lo importante es que me sentí bien diciendo lo que creo que tengo que decir, aportando lo que creo que puedo aportar. Lo importante es que disfruté de escribir, que nunca llegó a ser una obligación, que me emocioné, me divertí, hice catarsis de muchas cosas, y descubrí muchas personas. No puedo dejar de mencionar el que, para mí, es el pódium de artículos del año:

  • Sobre el confuso oficio de ser Hombre: Fue un artículo que trabajé mucho, que pensé mucho y que disfruté mucho al escribir. Fue el artículo más compartido de la historia del blog.
  • Charlas de Hombre a Hombre III: Gracias por el fútbol: Este artículo narra la que, para mí, fue una de las experiencias más intensas del año. La derrota de la selección Argentina en cuartos del final del Mundial de Sudáfrica, en compañía de mi hijo Pablo.
  • Porque lo digo yo, que soy tu padre: Usualmente escribo una carta a cada uno de mis hijos por su cumpleaños. Este año, la que escribí al mayor me conmovió especialmente, y lo sigue haciendo cada vez que la releo.

Ocho

Nostalgia.

A medida que pasan los años desde que me fui de Argentina (y van diez), me invaden dos certezas. La primera es que hace tiempo que sé que ya es demasiado tarde para volver. Esta es la tierra de mis hijos. La segunda es la nostalgia profunda de una tierra y una gente que me hizo la persona que soy, para lo bueno y para lo malo, y un deseo casi doloroso en el pecho de volver a pisar el suelo que me vio crecer.

Nueve

Docencia.

Por fin, este año pude hacer realidad mi sueño de ponerme de pie frente a una clase. Fue una experiencia única, gratificante y aleccionadora, que se repetirá en 2011, y espero que durante muchos años más. Es una de las cosas que elijo para mi vida.

Diez

Por supuesto, literatura.

Este año, como siempre, además de intentar producir, también he consumido literatura. De la buena y de la mala. Lo importante es absorber historias, disfrutar del lenguaje ajeno, aprender y descubrir. Me quedo quizás con tres autores este año. Como Rookie, David Monteagudo y su maravilloso FIN, como injusticia reparada, José Saramago, a quien después de negarme con necedad a leer durante muchos años, disfruté enormemente y pienso seguir haciéndolo. Y por último, como revelación anunciada, Roberto Bolaño. Es todo lo que prometía y más.

Once

Futuro.

A salvo de cualquier suspicacia y fuera de toda sombra de duda. Lo mejor, siempre, es lo que vendrá. Trescientos sesenta y cinco días para amar, para escribir, para leer, para trabajar y para inventar, poco a poco, una vida mejor.

Gracias por este año, y que el siguiente nos encuentre aún compartiendo.

Feliz 2011.

Federico Firpo Bodner

Barcelona, 1 de enero de 2011.


  1. Peta-zetas, en España

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